Retroanálisis: Out run

Nos encontramos en el año 1986, Queen publica su exitoso disco "A kind of magic" y Europe arrasa con su single "The final countdown", mientras Oliver Stone sonríe para las fotos de prensa gracias a los cuatro Oscars conseguidos por su magnífica "Platoon". En el ámbito de los videojuegos, la mayoría de mortales nos dejábamos la paga en los salones recreativos gracias a las máquinas de 25 pesetas que amenizaban las tardes de nuestros sábados, aunque algunos afortunados hacían gala de sus sistemas de videojuego doméstico de 8 bits, bien con la flamante y recién aterrizada NES, o bien con los ordenadores Amstrad, Spectrum, MSX y Commodore 64 (pocos eran los poseedores del Commodore Amiga, objeto de todas las envidiosas miradas). Fue precisamente en este año cuando nació uno de los buques insignia en el género de la conducción, que a día de hoy sigue teniendo plena vigencia y que consiguió reunir a legiones de curiosos en torno a su máquina recreativa gracias al grado de perfección alcanzado en todos y cada uno de sus apartados. Con Vds., Out Run.

La historia de Out Run tiene dos nombres bien definidos, el de Yu Suzuki y el de Sega. Yu Suzuki era un joven y prometedor programador que ha unido su nombre al de la compañía nipona, uno de esos denominados gurús que últimamente , y por desgracia, no comparte los niveles de éxito que alcanzaron sus obras durante los años 80 y 90. Suzuki comenzó a trabajar en Sega en 1983 y bien pronto dejó signos de su talento, gracias a juegos que hoy son clásicos como Space Harrier o Hang On, que utilizaban una concepción similar pero en géneros distintos. Tres años más tarde, y siguiendo el mismo esquema, es decir, el de situar la cámara por detrás del protagonista del videojuego, apostó por la conducción pero con un leve cambio que, al fin y a la postre, iba a suponer una seña de identidad de Out Run, el de poder conducir un coche. No obstante, y aquí está la particularidad, no estamos ante un coche cualquiera, sino ante un señor Ferrari (logotipo visible incluido) descapotable de gran potencia, y en el que viajaremos ataviados con nuestras gafas de sol al más puro estilo californiano y acompañados de una rubia cuyo pelo veremos constantemente cómo es mecido por el viento. ¿Tópicos ochenteros? Sí, pero funcionan como un reloj suizo.
 Aquí empezaba la acción. ¡Preparados, listos, ya!

Entrando ya de lleno en la mecánica del juego, esta no podía ser más sencilla (si lo vemos desde la perspectiva de un gamer de hoy, puesto que en su momento supuso una revolución jugable). La carrera comenzaba en una paradisiaca playa con la que podíamos recrearnos (no demasiado, ya que si queríamos mantenernos en la carretera era más que recomendable estar atentos a ella) con unas palmeras que rodeaban una ancha calzada de tres carriles y que iba a ser nuestra compañera de viaje durante nuestro periplo. A partir de aquí, deberíamos calcular con extrema precisión nuestra conducción, ya que nos enfrentaremos a curvas pronunciadas, zig zags, cambios de rasante y a un sinfín de coches que circulan a menor velocidad (podríamos alcanzar casi los 300 kilómetros por hora) y que en cualquier momento pueden suponer una molestia que dé con nuestro impoluto Ferrari en la cuneta. Obviamente la dificultad y el verdadero reto del juego estribaba en alcanzar los distintos checkpoints dentro del tiempo del que disponíamos, un tiempo realmente ajustado y que no permitía ningún tipo de concesión, por lo que una conducción relajada o un accidente conllevaba el más que seguro y fatídico mensaje de "Game over", lo que convirtió a Out run en un juego no excesivamente exigente, pero con una capacidad innata para retar al jugador y hacerle progresar en su habilidad al volante.
 La verdadera sensación Out run se vivía sentado en esta máquina

Por si esto fuera poco, que no lo era, Out run ofrecía una variedad de escenarios muy atractiva gracias a la posibilidad que ofrecía al jugador de elegir, unos metros antes de entrar a los diversos checkpoints, el camino, merced a una bifurcación que, en definitiva, no iba a suponer un siguiente nivel más o menos difícil, pero sí se agradece la opción y la libertad que el juego ponía en manos del usuario. En total el juego se completaba a lo largo de cinco fases, siendo la primera de ellas común para todas las partidas, y que se podía finalizar en unos 6 minutos (recordemos que el juego estaba concebido inicialmente para recreativa, no para su disfrute en casa, lo que explica la brevedad de sus partidas) y disponía de diversos finales. 6 minutos que conseguían mantener la tensión en el jugador y que creaban en éste una real sensación de triunfo y realización personal si lograba llegar a la línea de meta dentro del límite de tiempo. En cambio, si éste no era tu caso, siempre podías consolarte viendo tu progresión en el mapa que indicaba el trayecto recorrido y comprobar lo cerca que te habías quedado del checkpoint.

Out Run se pudo disfrutar siempre en recreativas con volante y pedales y un cambio de marchas de dos velocidades (corta y larga) que ofrecía un control muy intuitivo y una inmersión directa, aunque la joya de la corona era la máquina donde el jugador podía sentarse y experimentar la sensación de conducir el deportivo italiano con mayor realismo que no de pie como era lo más común en la mayoría de salones. Posteriormente llegaron las consabidas conversiones a sistemas domésticos, tanto en ordenadores (Amstrad, Spectrum, Atari ST, Commodore 64 y Amiga, PC y MSX) como en consolas (Master System, Megadrive, Turbografx, Saturn, PS2, Game Gear y Xbox) lo que confirma el atractivo que suponía para las diversas compañías de hardware el disponer de este título en sus respectivas plataformas. Ha habido diversas secuelas de este título, como Turbo Out run, Out run 2 o Outrunners, lo que supuso un lógico avance en el carácter preciosista de sus gráficos, la inclusión del sistema de polígonos en sustitución de los tradicionales sprites, así como el paso del 2D al 3D. En mi opinión, y respetando los esforzados progresos, ninguno de ellos mantiene la esencia del original.
 Portada de una de las múltiples conversiones de Out run a sistemas domésticos. Bendita nostalgia.

A nivel técnico Out Run sigue siendo un juego muy atractivo, colorista y preciosista, aunque es necesario retrotraerse a la época en la que fue programado, pues visto desde un prisma contemporáneo son más que evidentes los constantes "tirones" que el persistente movimiento de los elementos en pantalla provocaba (la tasa de frames de los juegos de la época eran muy inferiores a los que estamos acostumbrados a ver en nuestros pecés o consolas actuales), aunque este efecto influye más en el espectador del juego, que actúa como mero testigo ocular, que al propio jugador, que se encuentra absorto por la tensión que desprende del título. Punto y aparte merece el aspecto sonoro de Out Run, pues éste no sólo cuenta con algunas de las mejores melodías de la historia del videojuego, como la legendaria Magical Sound shower, Passing breeze o Splash wave, obras de Hiroshi Kawaguchi, sino que además daba la posibilidad al jugador de elegir qué tema deseaba que fuera el subrayado musical durante la partida, lo que logró que el título fuera rejugable sólo por el mero hecho de escuchar las distintas piezas que integraban el fondo musical de Out run. Inteligencia al poder. Por lo demás, sonidos de aceleración, derrapes y choques conformaban los efectos de sonido, que cumplían sin más. 
En definitiva, Out run es por derecho propio uno de los referentes en el género de la conducción arcade, donde no existía la elección de coche, ni los nitros, ni los items, tan sólo estás tú y la carretera, y donde queda patente que no hay otro factor al que echarle la culpa en caso de fracaso que a tu propia torpeza. Haced la prueba, preguntadle a alguien que ronde la treintena por este juego, nadie os hablará mal de él. Por algo será.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Coincido en la magia del juego. Nunca me han gustado los juegos de coches, ni de conducción en general, pero éste es el único del que recuerdo su título, y el único que me gustaba ver jugar.

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